miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Qué pasaría?, de Mario Benedetti

¿Qué pasaría?
Mario Benedetti
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¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría?
¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, solo una, es repudiada por todos, todos que somos todos, no unos, no algunos, sino todos?
¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso?
¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos?
¿Qué pasaría si yo pidiese por vos que estás tan lejos, y vos por mí que estoy tan lejos, y ambos por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos?
¿Qué pasaría si el grito de un continente fuese el grito de todos los continentes?
¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos?
¿Qué pasaría si rompemos las fronteras y avanzamos, y avanzamos, y avanzamos, y avanzamos?
¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas para tener sólo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna porque no la necesitamos?
¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos?
¿No sé… me pregunto yo, qué pasaría?

martes, 4 de mayo de 2010

Así se quiere el lugar de donde uno es!!!!

ARMANDO FUENTES AGUIRRE
"CATON"
Mi abuelo solía dar una receta de la felicidad. Quien siguiera estos cuatro pasos llegaría sin duda a ser feliz:
Beber sin emborracharse
Amar sin sufrir pasión
Comer sin indigestarse
Y a veces desbalagarse
(Pero con gran discreción y sin desacreditarse)
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No sé si la fórmula funcione, pero he aprendido a lo largo de una vida larga que una buena manera de conseguir la felicidad es darla a los demás. Yo soy un jubiloso jubilado. Sin darme cuenta pasé de la edad de la pasión a la edad de la pensión. Como en todas las vidas, a la mía ha llegado la sonrisa y la lágrima, lo cual es bueno, para saber de todo. Tengo una linda esposa de 39 años –de 39 años de casada conmigo, ycuatro maravillosos hijos. Tengo nietos también (de haber sabido antes lo que es ser abuelo, primero habría tenido a mis nietos y luego a mis hijos). Y vivo en una lindísima ciudad: Saltillo.
A Saltillo la hicieron indios y españoles. Venían del desierto, y se toparon de pronto con un oasis que tenía en el medio un salto de agua pequeñito. De ahí el nombre: Saltillo. Etimología de a dos por cinco,es cierto, pero díganme ustedes una mejor. Sigue fluyendo todavía el cristalino manantial, aunque mi ciudad, de raza colonial, se ha modernizado, y es ahora gran capital automotriz. Conserva, sin embargo, su raíz cultural, que hizo que Saltillo fuera llamada “la Atenas deMéxico”. Alguien consideró exagerada esa denominación, pero yo vi en Grecia un letrero que decía: “Atenas: el Saltillo de Europa”.
Mi ciudad tiene una catedral que, si yo fuera obispo, cobraría por verla. Tiene montañas que la rodean en amoroso abrazo, y crepúsculos que parecen anuncios de publicidad de Dios. En Saltillo se hacen sarapes que cogen todo el sol del mundo, y todos los arco iris, y los obligan a quedarse quietecitos en sus pliegues, lujo sobre el lujo del piano alemán con candelabros. Y tiene Saltillo una alameda que ha puesto prólogo a todos los amores saltilleros. Si esa alameda pudiera hablar ¡ah, cuántas cosas se callaría!
El otro día soñé que llegaba a las puertas del Cielo. Me formaba en la fila de los que esperaban entrar en la morada de la eterna bienaventuranza. San Pedro, el portero celestial, interrogaba a los recién llegados:“¿De dónde vienes?”. “De Roma”. “Está bien, pasa. ¿Y tú?”. “Yo vengo de Florencia”. “Puedes pasar. ¿Y tú?”.“Yo vengo de Paris”. “Pasa también”. Y que me llegaba el turno y el buen portero me preguntaba: “Y tú ¿de dónde vienes? Yo respondía: “De Saltillo”. Entonces San Pedro, preocupado, se rascaba la calva y me decía: “Ah, caray, señor, pues pase usted, a ver si le gusta esto que tenemos”.
Lectora amiga, amigo lector: sé que tu ciudad es hermosa como la mía, y que tienes en ella amores y recuerdos como los tengo yo. Pero te invitoa venir a Saltillo. Te mostraremos las galas de nuestra ciudad y compartiremos contigo nuestras gulas: el pan de pulque, inverosímil; nuestra fritada de cabrito, única en todo el universo y partes adyacentes; nuestras enchiladas, ante las cuales los manjares que encomió Brillat-Savarin son modestísimo potaje; nuestros dulces paradisiacos...
Vengan a Saltillo. Quién sabe: a lo mejor se van a ir al Cielo, y es bueno que se vayan preparados.