miércoles, 24 de junio de 2009

Sobre la teoría de las ventanas rotas

TEORIA DE LAS VENTANAS ROTAS
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En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito.. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto.
El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.
Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.
La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes.. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.
Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de 'tolerancia cero'. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana.
El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.
La expresión 'tolerancia cero' suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad.
No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía, de hecho, respecto de los abusos de autoridad debe también aplicarse la tolerancia cero.
No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo.
Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.

lunes, 22 de junio de 2009

Carta de un padre a un hijo


CARTA DE UN PADRE PARA SU HIJO...
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Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por los cabellos y te empuje violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi tímidamente y yo solo te advertí que no te portaras mal.
Por la tarde, cuando regrese a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.
Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa.
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.
Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?.
Luego escuché unos golpecitos en la puerta. "Adelante" dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana, papito" me dijiste.
¿Qué es lo que estaba haciendo?, ¿por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mi y ciertamente no eras igual. Tú tenias unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabias demostrar amor. ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿por qué tenia el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. Cuándo fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entre a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé. Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.
Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojala te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.

lunes, 8 de junio de 2009

Sobre la prostitución política

El oficio más antiguo
Ricardo Rocha. Detrás de la Noticia
21 de mayo de 2009
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No, no es el que usted está pensando. Que, por lo demás, puede ser ejercido con una gran dignidad y gracia. Así que, por favor, seamos más respetuosos con las meretrices.
La ocupación a que me refiero es la que tiene que ver con la mayoría de los que trabajan en el ámbito de la política. Cuyo sentido de la dignidad se desgasta día a día por la realmente más vieja de las profesiones: la prostitución política.
Así que ya va siendo hora de mandar al diablo la vieja tesis de que tuvo que ser una mujer —seguramente primitiva— la que se convirtió en la primera hetaira, al ofrecer sus favores a algún hombre de Neanderthal a cambio de un fruto o trozo de caza. Y qué tal si el primer acto de deshonra no fue por mera supervivencia. Qué tal si se trató de un acto de poder atendiendo a esa otra acepción que, sobre la prostitución, tiene el diccionario: “Buscar o vender uno su empleo, autoridad, etcétera, abusando bajamente de ello por interés o por adulación”.
Así que ya podemos desatar nuestra imaginación y suponer a una cavernícola pero también a un cavernícola ofreciendo sus servicios al jefe o jefa del clan por un mejor posicionamiento en la cueva o por alguna otra suerte de privilegio en la tribu. En pocas palabras: prostitución política.
Una socorrida vocación de la que hombres y mujeres dan cuenta por igual a lo largo de la historia. Como por ejemplo en aquellos días del loquísimo Nerón, cuyo arrepentido maestro Séneca sucumbió finalmente a las conjuras e intrigas de la corte a pesar de ser un dramaturgo genial y el filósofo que alumbraría el humanismo europeo.
Díganme si no en la mexicana realidad de nuestro tiempo tenemos innumerables ejemplos de un quehacer público absolutamente prostituido: por quienes han hecho de la mentira una forma de vida; por aquellos que venden sus ideales a cambio de privilegios temporales; por los que se corrompen a cambio de platos de lentejas; los que roban el patrimonio que es de todos; los que llegaron limpios y ahora se refocilan en el miasma compartido; los que, antes hermanos, ahora se arrojan las excrecencias unos a otros —y unas a otras y otras a unos— en una patética y cotidiana batalla campal sin escrúpulos y sin pudor alguno.
Ya no se trata de ver quién es inocente. Sino de quién es más culpable que el otro. Quién ha sido el más cobarde. Quién el más soberbio. Quién el más abyecto. Quién el más sucio. Quién el más frío. Quién el más oportunista. Quién el más inescrupuloso. Quién el del estómago más duro.
Hoy, los que nos gobiernan se cruzan tan tranquilamente acusaciones de narcotraficantes y asesinos. De rateros o abusivos en el mejor de los casos. Como si nadie pudiera reconocer mérito alguno en el otro. Como si ni el uno ni el otro tuvieran mérito alguno. Salvo los que ahora nos quieren vender en campañas que suponen que todos somos idiotas.
De la vergüenza pasamos a la indignación en un momento. Y un día después a la náusea. Y más tarde al hartazgo. Y luego, quién sabe, en una de esas al “¡que se vayan todos!”. ¿O no?
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Texto tomado de la columna de Ricardo Rocha en EL UNIVERSAL:
Consulta del 05 de junio de 2009

Los niños maleducados!

Vivan los niños mal educados!
Autora: Liliana Almendros
Libro: " A las orillas de la vida "


Si, nacemos casi perfectos!!
La risa es risa, y el llanto es llanto...
Los niños dicen lo que piensan:
Los llaman MAL EDUCADOS!

Y a medida que con reglas,
se proponen, EDUCARLOS,
aprenden a usar las máscaras,
y disimulan el llanto!
Y van perdiendo la risa...
y dejan de ser espontaneos,
aprendiendo que: FINGIR,
a veces, es necesario!
y mostrarse tal cual es,
se convierte en UN PECADO!

La risa fuerte?
Puede sonar ordinario!
El llanto?
Es debilidad...
Hay que aprender a ocultarlo!
Y ¿si dices lo que piensas?
¡Alguien saldrá lastimado!

Así, aprendiendo estas cosas,
crecemos, autocensurandonos...
Perdemos la libertad,
con las pautas y los años!
sin saber bien el por qué...
Ni que es bueno...
Ni que es malo!
¿Por qué lo blanco es llamado negro,
y en ocasiones, lo negro, se lo denomina blanco?

¡Basta de educar niños!!!
Dejemos que crezcan sanos !!!
Que sigan... Casi perfectos !!!
Sin prejuicios que hacen daño...
Sin necesidad de máscaras...
Que no vivan imitando!
¡Benditos sean los niños,
que a lo blanco, llaman blanco!
sin discriminar al negro,
y sin vivir criticando!
¡Dejemos que crezcan libres,
si eso es ser Mal Educados

!!!Tal vez a vivir mejor,
ellos puedan enseñarnos...
Y romperemos las máscaras!
tras las que nos ocultamos..
.Y ya no haran falta las guerras
ni el odio... y tal vez, al fin,
SEREMOS HUMANOS!!!
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Vivan los niños mal educados!
Autor: Liliana Almendros

Sobre las hormigas y la previsión


Las hormigas

En marzo aparecieron las hormigas.
No unas cuantas -voraces y puntuales,
parte del mundo como siempre -sino
millones y mllones en columnas vibrantes
por todas las bodegas de este país.
Arrastraron
al fondo de los ciegos pasadizos
hasta un grano de sal o cualquier cosa mínima
que antes hubieran rechazado.

No es pensamiento mágico: se trata
de un sentido que aún no descubrimos.
Como otros animales se anticipan
a terremotos y desbordamientos,
en víspera de crisis y escaseses
se multiplican las hormigas, cargan
con cuanto pueda preservar su especie.

Desprécialas si quieres, o extermínalas.
No las acabarás.
Han demostrado ser sin duda alguna
mucho más previsoras que nosotros.
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José Emilio Pacheco, en "Album de Zoología"

Monólogo del mono

Monólogo del mono, de José Emilio Pacheco
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Nacido aquí en la jaula, yo, el babuino,
lo primero que supe fue: este mundo
por dondequiera que lo mire tiene rejas y rejas.
No puedo ver nada
que no esté ennegrecido por las rejas.
Dicen: Hay monos libres.
Yo no he visto
sino infinitos monos prisioneros,
siempre entre rejas.
En las noches sueño
con la selva erizada por las reglas.
Mi existencia consiste en ser mirado.
Viene la multitud que llaman "gente".
Le gusta enardecerme. Se divierte
cuando mi furia hace sonar las rejas.
Mi libertad es mi jaula. Sólo muerto
me sacarán de estas brutales rejas.
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Texto tomado de:
Gota de lluvia y otros poemas de José Emilio Pacheco